Un ciudadano común y corriente queda atrapado en una cabina telefónica. Pese a los intentos de ayuda de los transeúntes, no puede ser liberado.
Pero las cosas pasan a otro nivel cuando los misteriosos operarios que instalaron la cabina esa madrugada se lo llevan con aparato y todo a un destino desconocido. En el trayecto, el prisionero va dándose cuenta de que está indefenso en manos de fuerzas siniestras que lo conducen a un inexplicable y atroz destino del cual parece no haber escapatoria, y del que ninguno de nosotros puede considerarse a salvo.
Algunos críticos y periodistas han especulado con la idea de que el film representaba la parálisis que padecía la sociedad de entonces ante el gobierno franquista. Sin embargo, Antonio Mercero afirmó que esta película se rodó como un film de terror y ciencia ficción, y que está lejos de cualquier planteamiento político.
Supongo que no queda nadie por ver este extraoridinario corto interpretado por José Luis López Vázquez, pero quizá sea un buen momento para repetir y así, de alguna manera, despedirle. Un actor con una trayectoria larguísima que nos ha regalado momentos entrañables. Aunque en esta ocasión sea bien diferente, 34 minutos de verdadera claustrofobia. Descanse en paz.
La borró de la fotografía de su vida no porque no la hubiese amado, sino, precisamente, porque la quiso. La borró junto con el amor que sintió por ella. La gente grita que quiere crear un futuro mejor, pero eso no es verdad, el futuro es un vacío indiferente que no le interesa a nadie, mientras que el pasado está lleno de vida y su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo. Los hombres quieren ser dueños del futuro sólo para poder cambiar el pasado. Luchan por entrar al laboratorio en el que se retocan las fotografías y se reescriben las biografías y la historia.