jueves, 19 de febrero de 2009

la costilla de adán

Amanda Bonner (Katharine Hepburn) decide defender el caso de una mujer acusada del intento de asesinato de su infiel marido. Pero Amanda no sabe que su propio marido, Adán (Spencer Tracy), un astuto fiscal del distrito, ha sido asignado como acusación en el mismo.

El juicio se convierte en una auténtica causa feminista para Amanda y en un duelo de gran resonancia pública. Tracy-Hepburn convierten esta guerra de sexos en una maravillosa comedia clásica.
En esta película rodada en 1949, confluyen tantos talentos individuales y circunstancias colectivas favorables que el resultado es lógicamnte espectacular.

Hasta el momento en el que el caso de una sufrida esposa (Judy Holliday) que intenta asesinar a su adúltero esposo (Tom Ewell) irrumpe en su confortable vida, la pareja Bonner son un ejemplo de lo que posteriormente se llamaría radical-chic. Son un matrimonio de juristas, cultos, liberales, elegantes y civilizados. Convocan cenas a las que se asiste con esmoquin, sus diálogos tienen el punto imprescindible de cinismo ingenioso, e incluso entre los invitados hay un vecino que toca el piano (Davis Wayne) que trata de seducir a Amanda a lo largo de la cinta con argumentos tan egoístas y comprensibles como que la cercanía le ahorraría volver a casa solo tras la despedida.
El que Amanda asuma la defensa de la despechada esposa y su marido la acusación es el motor de la historia.

¿Quién mejor que la Hepburn para desempeñar el papel de una dama culta, progresista y vindicativa de la igualdad de la mujer? Su desenfadado glamour es perfecto para defender el feminismo en una sociedad que ha superado la Segunda Guerra Mundial. Una mujer y sociedad seguras de sí mismas, convencidas de que había llegado el momento para arreglar los tradicionales desajustes que imperaban en los roles de sexos.

Cukor, sin duda uno de los grandes maestros del cine, eligió bien a un bonachón Tracy para desempeñar el papel del fiscal que comparte las mismas convicciones que su esposa pero antepone su profundo respeto por la ley.



la costilla de adán, 1949

La historia juega con el clásico enfrentamiento entre sexos que se va enrevesando por momentos y que proporciona a los dos momentos jugosos de lucimiento. Aunque al final todo se resuelve felizmente en un diálogo bastante conciliador

-Hombre, mujer, es lo mismo
-Igualitos, eh?
-Bueno tal vez haya alguna diferencia, pero es insignificante
-¿Sabes lo que dicen los franceses?
-¿Qué es lo que dicen?
-¡Viva la diferencia!