jueves, 12 de marzo de 2009

días de vino y rosas

La terrible historia que cuenta este film es tan sólo la fachada exterior de una serie de aspectos de la condición del ser humano y, en particular, el de su debilidad ante las pasiones.
Otros son el difícil equilibrio entre la soledad y la convivencia y el siempre dramático contraste entre conservación y el vértigo de la autodestrucción.


La compulsión por vivir una vida breve pero intensa.

La autodestrucción a la que alude es el alcoholismo, la soledad se traduce en la impotencia del amor y el débil individuo humano es también un ser social al que fuerzas bien conocidas conducen a la vergüenza y a la bebida.

Días de vino y rosas comienza en un ambiente de trabajo distendido. Encontramos a Joe Clay (Jack Lemmon) agente de relaciones públicas. Un hombre surgido de la nada. Un voluntarioso pequeño ciudadano que trata de hacerse a sí mismo.
Poco después aparece Kristen Arnsen (Lee Remick), una joven secretaria que siempre ha vivido en los viveros propiedad de su padre, en un pequeño pueblo. Parece una mujer segura e integrada, pero, en realidad, vive una existencia degradada y sus expectativas juveniles de una vida feliz y exitosa están muy lejos de haberse cumplido.
Son estas dos personas las que se enamoran y las que van a emprender
su particular viaje a los infiernos. Sin sobresaltos ni ocasiones solemnes. Tan sólo un poco más de alcohol cada día, un poco más de indignidad.

Esta es una de las muchas escenas duramente realistas que contiene la cinta.
Tras un tiempo de reclusión en sanatorios mentales y el acercamiento a Alcohólicos Anónimos, Joe consigue mantenerse sobrio durante un tiempo, pero entonces es Kristen la que está atrapada.
Ella se refugia en un motel barato para emborracharse en soledad,
Joe desesperado por su ausencia la invita a volver a casa, a empezar de nuevo. Ella le acusa por haberla abandonado y por preferir a sus nuevos amigos y le pide que beba con ella, y Joe, por amor a su esposa y quizá por sentirse culpable por haberla iniciado, cede y comienza a beber de nuevo.


Días de vino y rosas, 1962

Cuando esta poderosa película de Blake Edwars, basada en la novela del mismo título de J.P. Miller y adaptada por éste, se estrenó fue aclamada por la crítica.
Triunfó en las taquillas y deslumbró con interpretaciones inolvidables de sus estrellas protagonistas, Jack Lemmon y Lee Remick, en papeles que les supusieron candidaturas a los Oscars.
Optó a otros tres más, consiguiendo el de Mejor Canción por la cautivadora música de Henry Mancini.

Se suele considerar a Días de vino y rosas no tan sólo la obra maestra de su director, sino también como una película pionera en la consideración del alcoholismo una enfermedad y una lacra social.