lunes, 28 de abril de 2008

sentir



Ver, oír, oler, degustar y tocar suelen ser ejercicios mecánicos y sin historia, que sólo por decisión propia podemos transformar en nuestra facultad de absorción suprema: los cinco sentidos al servicio del sentir.

SABER SENTIR en mayúsculas significa detenerse, abstraerse y concentrarse para degustar, potenciar e interiorizar lo más refinado del instante. SABER SENTIR es el sublime encuentro con nuestra capacidad más tierna y a la vez más poderosa: la sensibilidad. SABER SENTIR es multiplicar de vida lo vivido.

Una sonrisa con proyecto de insomnio, un hipnótico arpegio artístico, un paisaje escandalosamente virgen, rozar con huellas de algodón una piel tibia… una y un millar de pequeñas realidades, de mínimos latidos de vida están aguardando el despertar de nuestra sensibilidad, que es la llave que nos abre los sentidos.

¿Existe alguna sana razón para mutilar nuestra capacidad más profunda? ¿A qué juegan tantos malditos castradores de sentimientos? ¿Adónde conduce ridiculizar los sentimientos para después adherirse a cuatro asexuados comunicadores, bramadores de odios públicos, o a diez moderniquis pontificadores de nadas?

Los que buscan el triunfo de la razón sin sentimiento son carroñeros de la materia. El mundo, el nuestro y el de todos, sólo se hará desde el conocimiento impulsado por una palanca: la del positivismo capaz de vibrar de puro orgasmo intelectual ante tanta belleza de vida.